El turismo masivo iniciado en los 60 ha traído principalmente dos
consecuencias a la isla de Gran Canaria. En la parte positiva, se ha convertido
en el motor económico del territorio. En la negativa, ha supuesto una
degradación paisajística de carácter irreversible en la mayoría de los casos.
Ante esta situación, existe un consenso social de que cualquier construcción o
rehabilitación que se precie debe considerarse con criterios de sostenibilidad.
Las estrategias actuales buscan un crecimiento controlado a partir de la
renovación de la planta alojativa existente y de un modelo turístico de mayor
calidad ofertado por los hoteles de alta categoría.
La actual normativa de edificación estatal (CTE) asume como compromiso
la aproximación a la sostenibilidad en el marco del Protocolo de Kioto
estableciendo pautas encaminadas a la obtención de un mayor beneficio
medioambiental. Sin embargo, este propósito puede verse distorsionado en
localizaciones costeras con climas cálidos como Gran Canaria.
Motivada por estos aspectos, en su tesis doctoral, defendida el pasado
diciembre en la Universidad Politécnica de Cataluña, María Eugenia Armas
Cabrera investiga sobre tres cuestiones principales:
- ¿cómo se debe rehabilitar la envolvente de los hoteles de Gran
Canaria para que se minimice el impacto ambiental?
- ¿Es aconsejable desde el punto de vista del impacto ambiental la
adaptación de la envolvente de estos hoteles para que cumpla con los requisitos
de la normativa?
- ¿Cuándo la adaptación empezaría a ser rentable económicamente?